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' Revolució n' la nueva novela de Arturo Pé rez-Reverte
01/10/2022 14:30:00 El escritor viaja al Mé xico revolucionario de Pancho Villa en su pró xima novela que ve la luz el 4 de octubre Adelantamos el arranque de esta documentada historia
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Fuente ABC Cultura
AdelantoEditorial 'Revolución', la nueva novela de Arturo Pérez-Reverte perezreverte El escritor viaja al México revolucionario de Pancho Villa en su próxima novela que ve la luz el 4 de octubre. Lee el arranque de esta documentada historia El escritor viaja al México revolucionario de Pancho Villa en su próxima novela que ve la luz el 4 de octubre. Adelantamos el arranque de esta documentada historia Martín Garret OrtizKarina Sainz BorgoNombres propios.esperando la reapertura de las minas Piedra Chiquita, cerradas por la inseguridad política en el norte del país. Así que la novedad pudo más que la prudencia. Se abotonó el chaleco y ajustó la corbata, cogió sombrero y chaqueta e introdujo en ésta un pequeño revólver Orbea niquelado con cinco cartuchos de calibre 38 en el tambor. Aquel peso en el bolsillo derecho inspiraba cierta seguridad. Después bajó de dos en dos peldaños las escaleras, pasó junto al asustado conserje, que asomaba apenas los bigotes tras el mostrador del vestíbulo, y salió a la calle. Leer más:
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Una puede caer en la tentación de pensar que la ultraderecha campa a sus anchas en las instituciones españolas nada más que porque la voluntad popular ha dado a Vox 52 escaños, votándolo masivamente. Y eso es cierto, pero a medias.La ultraderecha también campa a sus anchas en las instituciones del Estado porque cuenta con la complicidad o el silencio de otra parte de esas instituciones del Estado. Las palabras vinculando migración y delincuencia del ya exresponsable de la comisaría Centro de la ciudad de València, Ricardo Ferris, son la muestra más ilustrativa de que personas con ideología xenófoba, como es el caso, ascienden en el escalafón de su carrera porque por el camino existen cómplices que, aun conociendo su ideología ultra, callan o aplauden. Un detalle: cuando Ferris se dirige al auditorio del acto de Vox en el que participaba con un rosario bien nutrido de bulos antimigración, apela a policías presentes en el mismo acto, que reafirman y aplauden sus mentiras. Estos agentes ultraderechistas, como el propio Ferris, son responsables de la seguridad de todas las personas. De todas, también de los migrantes. Pero, claro, después negamos las torturas y el maltrato a los extranjeros por parte de policías en sus dependencias, algo demasiado frecuente y pocas veces investigado, no digamos sancionado. Cuando ideas como la de Ferris, insisto, jefe de una comisaría en una de las ciudades más importantes de España, progresan en un cuerpo policial del Estado, no basta con la investigación, el expediente y la sanción. No basta porque el ataque más elemental contra los derechos humanos debe ser motivo de expulsión en cuanto se confirme, como es el caso con unas declaraciones falsas que puede escuchar todo el mundo. Los derechos humanos, que en Público no nos cansamos de reivindicar hasta el agotamiento, son la línea roja. Su violación o la apología de su violación, como es el caso, que se sepa, debe suponer la pérdida de la condición de policía. No hay estudios ni oposic Leer más >> Detienen a cinco médicos por montar una fiesta y emborracharse en un hospital de MéxicoCinco médicos del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), en Ciudad de México, fueron detenidos por la En Ciudad de México. Circulen. Yo diría que hay quienes valiéndose de sus cargos no quieren ver la ilicitud de sus...así, el sistema no mejora en las aulas. Anatomía de Brandy ¿Enfrenta México una crisis de seguridad nacional por ataque cibernético a servidores de la Defensa?El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, confirmó que la información sobre su estado de salud —que fue obtenida tras un ciberataque a CNN El pendejo presidente anda jugando con fuego. ¿Rusos? Comisión de la verdad forzada! AristeguiOnline latinus_us CarlosLoret B_Estefan Arturo_Sarukhan Martha_Barcena lopezdoriga México eliminará el cambio de hora de veranoLa Cámara Baja de México da luz verde a la propuesta del presidente López Obrador. La tormenta tropical Orlene llegaría a México como huracán este fin de semanaLas autoridades meteorológicas de México informaron la formación de la tormenta tropical Orlene y se pronostica un cambio de su actual trayectoria en las Clima CNN Necesito de su colaboración. El Colegio San Agustín de Caricuao ahora nos quieren poner a inscribir a nuestros hijos de la noche a la mañana no toman en cuenta al comité Económico y tampoco entrega estructura de costo de paso cobró ilegal de 12$ a 33 NO AL COBRO ILEGAL sundde_ve NicolasMaduro Necesito su colaboración El Colegio San Agustín de Caricuao ahora nos quieren poner a inscribir a nuestros hijos de la noche a la mañana no toman en cuenta al comité Económico y tampoco entrega estructura de costo de paso cobró ilegal de 12$ a 33 NO AL COBRO ILEGAL Veo mucha noticia pero no hablan de Cuba que en estos momentos cortaron internet, hay apagones masivos y protestas masivas Tormenta tropical Orlene amenaza a México; podría llegar como huracán categoría 1La tormenta tropical Orlene, que se formó en el Pacífico mexicano este jueves, amenaza a los estados de Colima y Jalisco por su potencial para convertirse en huracán categoría 1. Se esperan fuertes lluvias y vientos en varios estados del país. !!!!😃Hola!! Gracias por mantenernos informados. Saludos 🌎 Suscribete Ésta es la historia de un hombre, una revolución y un tesoro.Uno de los doctores rompió una puerta de cristal En las imágenes compartidas en las redes sociales se aprecian botellas de vodka y de refrescos, pizzas, vasos desechables y diferentes dulces y gominolas.El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, confirmó que la información sobre su estado de salud —que fue obtenida tras un ciberataque a servidores de la Defensa Nacional— es cierta.implantó el horario de verano explicando que el objetivo era el ahorro de energía a través de un mejor uso de la luz natural. La revolución fue la de México, en tiempos de Emiliano Zapata y Francisco Villa. El tesoro fueron quince mil monedas de oro de a veinte pesos de las denominadas maximilianos, robadas en un banco de Ciudad Juárez el 8 de mayo de 1911. Y, como no podía ser de otro modo dada la situación, acumularon una buena cantidad de basura . El hombre se llamaba Martín Garret Ortiz , y todo empezó para él la mañana de ese mismo día, cuando oyó un disparo lejano. Pam, hizo, seguido de un eco que fue apagándose en la calle. De este modo, él y el resto de sus alegres compañeros fueron arrestados y se les procedió a abrir un acta administrativa en su contra . Y después sonaron otros dos seguidos: pam, pam. El Gobierno esgrimió en su propuesta que sobre el 70% del país estaba en contra del cambio de hora en verano. Noticia Relacionada Pérez-Reverte, por aquí pasó Pancho Villa Karina Sainz Borgo En su estudio de trabajo, Arturo Pérez-Reverte cuenta el 'tras las bambalinas' de 'Revolución' (Alfaguara), que llega a las librerías el próximo 4 de octubre Dejó sobre la mesa el libro que estaba leyendo –La energía eléctrica en la moderna explotación minera– y se asomó al mirador apartando los visillos. Una puerta destrozada, botellas de vodka, basura… Agentes de. Parecían tiros de fusil disparados a dos o tres manzanas de allí. A un par de cuadras, como decían los mexicanos. Al cabo de un momento sonaron otros, esta vez más cerca. Sobre los tejados de las casas bajas y chatas se levantó una columna de humo primero gris y luego negro que la ausencia de viento mantenía vertical en el azul cegador de la mañana. Ahora el tiroteo era más nutrido, tornándose un chisporrotear de estampidos: pam, crac, crac, pam, crac, pam. Así sonaba, y el eco volvía a multiplicar el ruido. Era un crepitar intenso, semejante al arder de madera seca, que parecía extenderse por todas partes. Ya empezó, se dijo, excitado. Ya los tenemos ahí. Nombres propios. Arriba, Pancho Villa en una imagen de archivo. Sobre estas líneas, el escritor Arturo Pérez-Reverte y la portada de su última novela Era Martín Garret un joven curioso, todavía en esa edad –veinticuatro años cumplidos dos meses atrás– en la que uno cree hallarse a salvo de los imprevistos del azar y de las balas perdidas que zumban en las calles. Pero, sobre todo, se aburría en su habitación del hotel Monte Carlo esperando la reapertura de las minas Piedra Chiquita, cerradas por la inseguridad política en el norte del país. Así que la novedad pudo más que la prudencia. Se abotonó el chaleco y ajustó la corbata, cogió sombrero y chaqueta e introdujo en ésta un pequeño revólver Orbea niquelado con cinco cartuchos de calibre 38 en el tambor. Aquel peso en el bolsillo derecho inspiraba cierta seguridad. Después bajó de dos en dos peldaños las escaleras, pasó junto al asustado conserje, que asomaba apenas los bigotes tras el mostrador del vestíbulo, y salió a la calle. Quería mirar, verlo todo con sus propios ojos ávidos. Desde que llegó de España, el joven ingeniero de minas había seguido la evolución de los acontecimientos a través de los periódicos nacionales y estadounidenses. Todos hablaban de la inminencia del conflicto, de la inestabilidad del , de cómo los descontentos se unían en torno al opositor Francisco Madero . En los últimos meses se habían sucedido tensiones políticas, hechos ominosos, incidentes que incluían cada vez más sangre. Incluso verdaderos combates. «Para cualquier mexicano de las clases medias y bajas, la palabra gobierno era sinónimo de enemigo» Las partidas de bandidos, pequeños rancheros o campesinos desesperados se agrupaban ahora en brigadas con organización casi militar, bajo cabecillas que reclamaban justicia y pan para el pueblo, sumido en la miseria por hacendados arrogantes y por un gabinete presidencial ajeno a la razón. Para cualquier mexicano de las clases medias y bajas, la palabra gobierno era sinónimo de enemigo. Por eso los insurrectos querían Ciudad Juárez, principal paso fronterizo con los Estados Unidos. Se habían acercado en los días anteriores, ocupando posiciones en torno a la ciudad. Acumulando fuerzas. Ahora empezaba la verdadera lucha y quizá la revolución. Yacía un hombre muerto al extremo de la calle desierta, frente al salón de billares Ambos Mundos. Estaba tirado boca arriba y seguramente alguien lo arrastró hasta allí después de que le dieran un balazo, buscando ponerlo a cubierto, pues había un largo reguero de sangre medio coagulada en la tierra de la calle sin asfaltar. Martín nunca había visto a nadie muerto de forma violenta , ni siquiera en las minas; así que se quedó un momento mirándolo. Le llamaba la atención el desorden de la ropa, los bolsillos vueltos del revés, los pies sólo con calcetines –habían desaparecido los zapatos– y el rostro contraído encarando el cielo, abiertos los ojos que velaba una fina capa de polvo depositada en ellos. Sobre la boca entreabierta revoloteaban moscas, zumbando entre ella y el agujero pardusco que el muerto tenía en el pecho. Era un hombre de edad indefinida, entre los treinta y los cincuenta años, con ropa de ciudad. No parecía un combatiente, sino una víctima del azar, tal vez de alguna bala perdida. Entonces Martín intuyó por qué lo habían arrastrado hasta ponerlo al amparo de los edificios cercanos y bajos. No con intención de atenderlo, pues seguramente ya estaba muerto, sino para despojar con calma el cadáver. Caminó un poco más, hasta la esquina y luego adelante, procurando hacerlo pegado a las paredes. Las calles permanecían desiertas. Fuera de su vista continuaba el tiroteo, muy violento ahora, que parecía multiplicarse en varios lugares. Anduvo guiándose por el ruido de los disparos más próximos. Su intensidad era mayor por la parte noroeste, hacia el río Bravo y los puentes que cruzaban la frontera al lado estadounidense de El Paso, Texas. Todo detalle. Sobre estas líneas, el escritor manipula algunos de los documentos que le han servido para localizar su novela. Arriba, páginas manuscritas de 'Revolución' corregidas por él mismo José Ramón Ladra Sintió sed. La tensión le secaba la boca. Las casas disminuían en altura en aquella zona de la ciudad y el sol pegaba fuerte: cada vez más arriba, dejaba pocos espacios de sombra. Se aflojó el nudo de la corbata, secó el sudor de la frente y la badana del sombrero con el pañuelo y miró alrededor. Ni un alma. Nunca había imaginado que la guerra despoblase tanto el paisaje. Al otro lado de la calle, el rótulo El As de Copas pintado en una fachada indicaba una cantina. La sed seguía torturándolo, así que hizo un rápido cálculo de pros y contras. Tras decidirse, echó a correr para alcanzar el lugar; treinta metros que se hicieron largos, pero nadie le disparó, aunque los tiros sonaban no demasiado lejos. La puerta de la cantina estaba cerrada. Llamó varias veces sin resultado, hasta que al fin se entreabrió un palmo y un rostro cenceño y bigotudo apareció en la rendija. —Déjeme entrar –dijo Martín–. Tengo sed. Una duda silenciosa, dentro. Sobre el bigote, dos ojos muy negros lo observaban con recelo. «Llevaba una enorme pistola al costado, en un cinto lleno de balas» —Llevo dinero –insistió el joven–. Pagaré por lo que beba. Tras una corta vacilación le franquearon la entrada. El interior estaba en penumbra a causa de los postigos echados: la luz penetraba por una claraboya alta, iluminando malamente una habitación con mesas y sillas desvencijadas, un mostrador y varios bultos inmóviles, sentados. A medida que sus ojos deslumbrados se acostumbraron, Martín pudo distinguir los detalles. Había allí media docena de hombres y todos lo contemplaban con curiosidad. —¿Qué le sirvo, señor? —¿Nada más? –lo miró el cantinero, extrañado–. ¿No quiere sotol, o tequila? —Después. Ahora deme agua, por favor. Bebió con ansia hasta vaciar la jarra. Uno de los hombres se levantó y anduvo hasta el mostrador, recargándose en él frente al cantinero. Era pequeño, panzudo bajo la chaqueta de dril entreabierta, y un bigote frondoso le ensombrecía la boca. Estudiaba despacio a Martín, que se había quitado el sombrero al entrar y se enjugaba el sudor de la cara con el pañuelo. —¿Español? –preguntó. —Sí. —Se le nota lo gachupín en el habla. Asintió Martín, inseguro de si eso era bueno o malo. A menudo se asociaba a los hacendados españoles con los afectos al régimen de Porfirio Díaz. —Cada quien es de donde es –dijo. —Claro. Sin preguntar más, el cantinero le había puesto delante a Martín un vaso de tequila. Se lo llevó a la boca, bebió un sorbo y el alcohol ardiente le hizo crispar la cara. Tequila transparente como el agua y fuerte como el diablo. —No es día para andarse paseando –opinó el panzudo. Seguía mirándolo con curiosidad. Afuera sonaban, apagados, los tiros lejanos. —¿Son los rebeldes? –inquirió Martín. Una sonrisa sin humor le torció al otro el bigotazo. —Lo de rebeldes, señor, según y cómo.. . Lo que son es maderistas que se fajan a plomazos con los mochos. Y viceversa. —¿Los mochos? —Los soldados, o sea. Los pelones. — Los llaman así por el pelo al rape –quiso aclarar el cantinero. —Meros desgraciados contra desgraciados... Obligados por quienes mandan a buscar en el otro mundo lo que aquí no tienen. El bigotudo panzón hablaba bien, educado. Se veía hombre de cierta instrucción. Indicó la puerta de la calle. —Yo que usted, señor, me terminaba tranquilo el tequila. Si asoma ahí afuera lo pueden perjudicar. —¿Qué está pasando? —Se brega en varios lugares, y también en la estación –señaló el mexicano a los que estaban sentados–. Aquí los muchachos se lo pueden decir mejor que yo. Está cerca y de allí vienen. Cuidar hasta el último detalle. Arriba, Pérez-Reverte maneja algunos de los instrumentos que atesora en su estudio. Sobre estas líneas, manuscritos de su novela y manual de armamento, que ojea José Ramón Ladra Se fijó Martín en los cuatro: ropa de mezclilla azul manchada de grasa, gorras mugrientas, bigotes en rostros sucios de carbonilla. Ferroviarios. O ferrocarrileros, como decían en el norte. Dirigió un ademán al cantinero. —Tengo mucho gusto en invitarlos a un trago, si me lo aceptan. —Pa luego es tarde –dijo uno. Se levantaron despacio, con dignidad, y se acercaron al mostrador. El cantinero les fue llenando los vasos. —Los maderistas nos cayeron al alba por el poniente y por el sur –dijo el ferroviario que había hablado antes–. E mpezaron de a poquito y fueron llegando más, con todo y caballería, hasta que se agarraron macizo –indicó a sus compañeros–. Nosotros tuvimos que pelarnos de la estación, porque allí se daban bien en la madre. —¿Quién está ganando? —Ah, pos eso aún no se sabe. De un lado dicen que viene don Francisco Madero con los señores Orozco y , que son reduros. Y del otro, a los federales los manda el general don Juan Navarro, que ya son palabras pesadas. —El Tigre de Cerro Prieto –apuntó el bigotudo panzón. No sonaba a elogio. Hacía pensar en paredones picados de tiros y hombres colgados de los árboles como racimos de fruta. «De un lado dicen que viene don Francisco Madero con los señores Orozco y Villa, que son reduros» —Así que cuando esto acabe –remató otro de los ferroviarios–, van a sobrar sombreros. Bebieron todos, aplicados. Fuera, el tiroteo resbalaba hacia el silencio y volvía a crepitar intenso al cabo de un momento, como el vaivén de una ola en las rocas. Encargó Martín otra ronda y nadie dijo no. —Oiga, amigo... Con el ceño fruncido y un vaso en la mano, el panzón observaba a Martín. Lo miró éste. —Dígame. .