Mercedes Soler El alto costo de cuidar a su mamá
Mercedes Soler: El alto costo de cuidar a su mamá Prestar cuidado
La Reina Madre fue, durante décadas, la matriarca de nuestra familia. Sobrinos, tíos y por supuesto sus hijas dependimos de su sabiduría y generosidad durante toda una vida. Verla caer en espiral, lenta e inexorablemente, provocó un nefasto en quienes la cuidamos. Nos hizo cuestionar el sistema médico estadounidense, a nuestros ojos reservado para los más ricos o los más necesitados. A sus 85 años Mami tenía Medicare y pagaba un seguro suplementario. Aun así, la forzaron a salir de los centros de rehabilitación antes de que lo consideráramos prudente y casi nunca calificó para cualquier otra ayuda. Durante sus dos estadías en un centro de rehabilitación, tres semanas por la fractura de la cadera y tres meses por la de la columna vertebral, vimos de todo. De un centro afiliado a un hospital católico de renombre en Miami debimos sacarla debido a negligencia. La encontramos embadurnada en sus propios excrementos dos días consecutivos. Un día, cuando llegué a las 6 a.m. para darle el desayuno antes de irme a trabajar, encontré a un hombre durmiendo en un catre a su lado. Era la pareja de su compañera de cuarto. No había controles sobre quién podía entrar o salir, o restricción de horarios. Si no la alimentábamos sus hijas, mi madre no comía. Los empleados de piso tenían demasiados pacientes para dedicarle mucho tiempo a tratar de alimentarla. Aún bajo los cuidados de profesionales debimos supervisar de cerca su día a día y pagar por cuidadoras privadas. “Tu madre tiene principios de demencia. Un día va a olvidarse de tragar. Cerrará la boca y dejará de comer”. Esa advertencia me la dio una enfermera durante su estadía en otro hospital para la inserción de un marcapasos. Su augurio me dejó aterrada. Y fue atinado. Mami comenzó una huelga de hambre que duró más de cinco años y que la dejó en los huesos. Hasta los nietos intentaban alimentar a Mima Chela. Ella lo rechazaba todo y de mala gana. Nuestra frustración era infinita. Cortesía de Mercedes Soler La periodista Mercedes Soler junto a su mamá.
Siete años de cuidar de mi madre ante su deterioro físico-mental
Delirio y desgaste Ni Medicare ni el seguro suplementario cubrían los gastos
Cortesía de Mercedes Soler Nota del editor: Esta es la segunda de tres partes de un ensayo muy personal donde la periodista y presentadora de televisión Mercedes Soler comparte la experiencia de su familia con el cuido de su madre, afligida por la demencia.La Reina Madre fue, durante décadas, la matriarca de nuestra familia. Sobrinos, tíos y por supuesto sus hijas dependimos de su sabiduría y generosidad durante toda una vida. Verla caer en espiral, lenta e inexorablemente, provocó un nefasto en quienes la cuidamos. Nos hizo cuestionar el sistema médico estadounidense, a nuestros ojos reservado para los más ricos o los más necesitados. A sus 85 años Mami tenía Medicare y pagaba un seguro suplementario. Aun así, la forzaron a salir de los centros de rehabilitación antes de que lo consideráramos prudente y casi nunca calificó para cualquier otra ayuda. Durante sus dos estadías en un centro de rehabilitación, tres semanas por la fractura de la cadera y tres meses por la de la columna vertebral, vimos de todo. De un centro afiliado a un hospital católico de renombre en Miami debimos sacarla debido a negligencia. La encontramos embadurnada en sus propios excrementos dos días consecutivos. Un día, cuando llegué a las 6 a.m. para darle el desayuno antes de irme a trabajar, encontré a un hombre durmiendo en un catre a su lado. Era la pareja de su compañera de cuarto. No había controles sobre quién podía entrar o salir, o restricción de horarios. Si no la alimentábamos sus hijas, mi madre no comía. Los empleados de piso tenían demasiados pacientes para dedicarle mucho tiempo a tratar de alimentarla. Aún bajo los cuidados de profesionales debimos supervisar de cerca su día a día y pagar por cuidadoras privadas. “Tu madre tiene principios de demencia. Un día va a olvidarse de tragar. Cerrará la boca y dejará de comer”. Esa advertencia me la dio una enfermera durante su estadía en otro hospital para la inserción de un marcapasos. Su augurio me dejó aterrada. Y fue atinado. Mami comenzó una huelga de hambre que duró más de cinco años y que la dejó en los huesos. Hasta los nietos intentaban alimentar a Mima Chela. Ella lo rechazaba todo y de mala gana. Nuestra frustración era infinita. Cortesía de Mercedes Soler La periodista Mercedes Soler junto a su mamá.